(Este artículo fue publicado en «Heraldo escolar» el 12/12/2018)
(12/12/2018) La idea que cada centro escriba su relato me emociona. Informar no es lo mismo que comunicar. En este aspecto los centros educativos no encontramos la fórmula adecuada para compartir con las familias nuestro día a día. Sigue en primer plano un estilo “escaparate”, pues a veces solo relatamos las actividades que hacemos en clase. Y, sobre todo, las celebraciones escolares. El problema es que no siempre se explica el modelo educativo ni se muestra con claridad la metodología que empleamos en el aula.
En los años ochenta se dio un gran impulso a los periódicos escolares elaborados por el alumnado que pretendían llevar a las familias la actualidad escolar. Después, a finales de los noventa en algunos centros iniciamos la publicación de revistas institucionales dirigidas al mundo adulto. Esta idea la prolongan actualmente algunas comunidades para acercar su realidad desde un punto de vista más profesional.
Esta iniciativa huye del marketing escolar, de lo política y socialmente correcto. También se alejan de los «trendic topics» sonoros, los «hastags» triunfantes y de los titulares ruidosos. Una propuesta que combate el vedetismo, la insana competitividad y la molesta indefinición pedagógica.
Es bueno que las familias participen en el proceso educativo de su descendencia. Es justo el derecho de la comunidad a recibir mensajes contrastados. Por eso es conveniente que la escuela sea la autora y mensajera de su propio discurso. Para que nadie hable por ella. Para que nadie relate la historia sin ser su protagonista.
En definitiva: que cada centro construya su relato elaborado con la aportación de todas las personas. Es una gran oportunidad de ser las principales actrices y actores de esta apasionante obra.