En 1986 Ana Diosdado escribió la serie de televisión “Segunda enseñanza”. En ella dibujaba la vida de un instituto cuyo director, Jandro (Juan Diego), y claustro proponían otra forma de entender la educación, al tiempo que se abordaban problemas como las diferencias generacionales, el consumo de droga, la religión o el sexo, debate muy necesario entonces.
En aquel tiempo la escuela vivía inmersa en la búsqueda de nuevas metodologías y el profesorado aprendió a encontrarse en los llamados CEP (Centros de Profesores), entusiasta intento que pretendió ofrecer al colectivo docente la posibilidad de “actualizar periódicamente sus conocimientos, propiciar la actualización y formación permanente y el desarrollo curricular y la investigación” (Fernando Andrés). Basados en el modelo de los Teachers’ Centres entre otros, los docentes difundían sus experiencias (recuerdo con cariño la propuesta de Barañain), se hablaba de la importancia de enseñar e investigar y se promovía el acercamiento de los contenidos al entorno.
Sí, tiempos de cambio en los que dos ideas se asentaron firmemente: acabar con la soledad del docente a través del esfuerzo común y potenciar una formación horizontal, orientada por el profesorado. Dos conceptos que crecieron a lo largo del tiempo y que casi cuatro décadas después permanecen en la sustancia de cualquier propuesta formativa. Y como prueba de ello, sirva la presentación del III Congreso de Innovación que se celebrará en Zaragoza en octubre de 2021 (https://congresoinnovacion.educa.aragon.es), donde se expresó el propósito de lograr la fijación de los Desafíos de la Ciudadanía del Futuro (DCF) que servirán de base para la educación del futuro. Una gran oportunidad para hacer realidad los sueños de quienes seguimos creyendo que es posible una escuela más inclusiva y sostenible, ahora en un entorno tecnologizado en el que brilla el extraordinario compromiso de la comunidad docente aragonesa, tan generosa en su esfuerzo por formarse.