(Artículo publicado en la revista «Forum Aragón», nº 23, págs. 61-64)
Salí por la puerta de aquel colegio después de un par de días como oyente en sus aulas con la decisión tomada: sería maestro. Me pregunté, me preguntasteis, me preguntaron “¿por qué?” y creo que respondí: “porque siendo maestro será más fácil entenderme a mí mismo”.
Estudié, accedí a la profesión y comencé una carrera laboral cuyo final veo cada vez más cerca. Desde el primer día quise seguir aprendiendo y en seguida decidí que lo más importante son los proyectos colectivos. En aquellas tardes riojanas mis mayores me transmitieron el amor por el compromiso y junto a esos excelentes compañeros, muchos ya amigos, ayudé a introducir cambios en la escuela que han contribuido modestamente a transformar la escuela.
Sí, también me he formado, he estudiado y he adquirido destrezas necesarias para
comprender el mundo en que vivimos. Así pude encontrar mis lugares en el mundo, ahora que nos falta Luppi. En ellos arraigué y desarrollé proyectos profesionales y personales a los que me entregué junto a compañeros y compañeras cuya huella guardo para siempre.
Sin embargo, ¿estos pasos más o menos reconocibles sirven para explicar el
significado de ser docente hoy? Seguramente no, pues la figura del docente hoy es tan
poliédrica como la propia sociedad a la que sirve. Por eso, vamos a tratar de escribir el
retrato de esa figura tantas veces disminuida como en tantas ocasiones elogiada. Vamos,
estimado lector, a acercarnos a la mirada de los maestros y maestras que cada mañana
abren con el corazón las aulas de nuestra comunidad. En tres ideas apoyamos nuestro
lienzo. En tres ideas soportamos nuestro relato.
Próximo artículo: «La formación inicial del profesorado».