Ser docente, delta de vida (Heraldo Escolar) Foto: Jaime Perpinyà

Es común compartir la experiencia de haber tenido una maestra, un maestro que nos dejó una huella profunda que aún hoy reconocemos. Y es que se  puede  ser  docente  comprometido con la educación actuando únicamente en el aula propia. Sin  embargo,  creo que el agente educador principal es el propio centro y que una de sus competencias más valiosas  es  vivir entre  iguales.  De  este modo logramos que la escuela sea una organización inteligente que aprende. 

   Ser  docente  es  conjugar  la  primera  persona  del  plural.  Si  el  centro  entero  emprende  una misma idea somos más eficaces al convertirse en protagonista  del  hecho educativo. Es preciso, entonces, el  compromiso  de  llegar a ser  una  institución  inteligente, con talento. Una organización fértil en la que un grupo de personas, extraordinarias o no, que comparten una idea y alcanza resultados relevantes al aumentar  las  capacidades  de  los  individuos. 

   Dos ideas nos definen: el amor por las cosas bien hechas y el sentido  del deber.  

   He conocido a decenas de docentes que se esmeran en hacer muy bien su trabajo, poniendo empeño y tenacidad en su tarea y que me han enseñado las razones para dejarse el alma en el camino.

   En segundo lugar, he aprendido que dar ejemplo de trabajo, esfuerzo y generosidad es el norte de muchos docentes, así como hacer un elogio del deber, que tiene valor de valor. A él le doy toda la importancia porque creo en su verdad,  porque es  algo  que  nos significa y nos dignifica.

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