Tal vez sea un relato divergente. “El profesorado se expresa” es un verso dirigido a una sociedad que no siempre nos escucha, a una comunidad que a veces vive de espaldas a la palabra de unos profesionales que aún creemos en creer. ¿Las personas docentes hablamos? En realidad, muy poco. Quizás porque las pocas frases que nos quedan las gastamos en evitar que nuestras escuelas se mueran de hambre de amor. Porque pretendemos encajar en un sistema educativo en ocasiones epidérmico que pierde su mirada en la bruma de la incomprensión y la fragilidad.
Cuando hablamos queremos decir que muchos creemos en otra distribución de los tiempos, otra organización de los espacios y un nuevo diseño de los equipos didácticos. Deseamos hablar de la necesidad de contar con equipos directivos que lo son porque quieren, saben y pueden. Y soñamos con que se nos crea cuando nos referimos a las familias como nuestros cómplices incondicionales. ¡Ah! Y que nos den su confianza. Por eso debemos empeñarnos en que se nos conozca, que sepan cómo somos y por qué somos. Y con quién somos. Que seamos mensajeros de nuestra vida. La sociedad tiene que conocernos y eso depende de nosotros, de ti y de mí. Es nuestra asignatura pendiente.
¿Hablamos poco? Si es así, que no se nos gaste la voz para reivindicar un empoderamiento del profesorado capaz de convertirse, como ya defendieron Said y Chomski, en auténticos intelectuales que se preguntan por el sentido de lo que hacen.