
El clima escolar. Escucho estas palabras y pienso en las personas, seres que trascienden la norma. Qué importantes aquellos que contribuyen a mejorar esa atmósfera necesaria. Y me digo que en ese anillo hay que engarzar algunas piedras.
La primera, un proyecto educativo querido por la comunidad. Otra, la cercanía. Cuanto más próximas las personas, más lejos la dificultad. La tercera, convivir con el contraste de ideas, incluso de proyectos vitales. Y comunicar, pues aporta intención de ser, deseo de compartir en común.
Llega el momento de acompañarnos del acuerdo, pues ayuda a crecer y a subir peldaños en la construcción de un espíritu de comunidad.
Pisamos Territorio Calma. Saborear la conversación sin actas, contemplar el silencio del aula, asombrarnos con el descubrimiento interior, descubrir expresiones artísticas. Navegamos por la reivindicación de la escuela libre, narradora de nuestra vida, la que aprende de los diarios de los grandes maestros. Por querer ser poetas de verso diario antes que legisladores de prosa anual. Mejor que redactar propósitos, relatar la vida.
Buscamos el interés por el otro, el momento para escuchar. Creemos en crear un ambiente cálido, en lograr que el afecto y el respeto sean leales compañeros de viaje. No nos preguntemos qué puede hacer el centro por mí; preguntémonos qué podemos hacer nosotros por el centro.
Porque estamos convencidos de que esta escuela nuestra se merece cumplir el sueño de un verdadero cambio climático escolar.