Curso nuevo, cuadernos nuevos (Heraldo Escolar) Foto: Jaime Perpinyà

(Publicado el 21 de septiembre de 2016 en Heraldo Escolar)

Comienza un curso nuevo.

Curso nuevo. Hace muy pocos días que se han abierto las puertas de los colegios e institutos y ya nos ha dado tiempo para escribir las primeras letras y soñar algunas respuestas a tantas preguntas. Comienza el curso y en cada esquina de los encuentros que el profesorado hemos mantenido se adivina la inquietud que acompaña a los claustros año tras año. Eso me invita a compartir contigo la idea de la calma escolar.

   Demasiadas veces nos atenaza la melodía gruesa de Born to run. Es habitual recorrer los pasillos del colegio y encontrarse con caras apresuradas y gestos de incertidumbre. El calendario se convierte en un candado implacable que oculta a cada minuto el sosiego necesario. Sin embargo, creo que la educación debería vivir acomodada en la reflexión, el estudio y el intercambio de saberes, precisamente porque lo habitual es la urgencia, las prisas, los plazos.

Hace falta otro ritmo escolar.

   Algunas ideas para el nuevo cursoNo creo que el proceso educativo deba estar al cobijo del vértigo. No creo que la tarea escolar tenga que rendirle cuentas a la premura. No creo que todo tenga que estar para “antes de ayer”. No creo que la impaciencia tenga que ser nuestra compañera de viaje. Hace falta, necesitamos pausa y poso.

   Comienza el curso, pues, y aunque las cosas son como son propongo crear espacios y momentos para el sosiego. Nos vendría bien hablar mucho entre nosotros y mostrarnos lo que hacemos con detalle, ponerlo a disposición de los demás, descubrir juntos nuevos caminos que nos ayuden a mejorar. Sería interesante, digo, ayudarnos los unos a los otros y, ¿por qué no?, ayudarnos a nosotros mismos escribiendo juntos esos cuadernos nuevos que nos esperan esperanzados. 

   Pluralidad y diversidad son dos compañeras de viaje constructoras de escuela y con ellas convivimos en cada comunidad. Por ello, en cada encrucijada encontramos motivos para preguntarnos qué entendemos por educación y cómo podemos acordar los valores naturales que asumimos como propios. Pacto, pues, sin necesidad de deshonrar un pasado hecho a base de compromiso y generosidad, con errores y aciertos, pero también sin miedo a acoger el viento renovador que asoma por las esquinas de la sociedad a la que servimos.

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