El arte de convivir (Heraldo Escolar)

¿Pueden la bondad y la solidaridad ser competenciales de manera que se entrenen y se aprendan? La respuesta es sí. Hace casi 30 años, Porfirio Hidalgo, director de una escuela de Portugalete perteneciente a los Hermanos Menesianos, decidió impulsar diversas experiencias solidarias entre el alumnado de Bachillerato. Su objetivo, propiciar prácticas de ciudadanía activa, de educación para la solidaridad.

Años después, en 2009, en la comarca catalana del Maresme los hermanos Puig hicieron posible que se implementara un aprendizaje escolar para apoyar el objetivo del Banco de Sangre.

Hoy, el Aprendizaje-servicio (ApS) tiene carta de naturaleza y lo que en sus inicios eran acciones solidarias aisladas hoy tienen dimensión curricular. Se ha conseguido no solo que el alumnado aprenda sino que el profesorado sienta la llama de la educación apoyándose en proyectos sostenibles y con fines nítidamente educativos.

En su momento escribí que “Kropotkin habló en su obra de cooperación, solidaridad, cuidado mutuo y reparto justo de recursos como herramientas clave para el progreso de la sociedad”.  Sigue siendo un propósito a conseguir, más en estos tiempos en que “ethos” sufre el acoso de los enemigos de la solidaridad y la escuela mantiene su posición de debilidad frente a los potentes mensajes de la competencia individualista que socava el bien común.

Hidalgo y los Puig tenían razón: la mirada pedagógica y social del ApS es la respuesta a la pregunta inicial.










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