Me encuentro a una de mis familias en plena canícula. Los veo felices y nos regalamos gestos cariñosos. También nos ayuda saber que el curso que viene vamos a seguir juntos. Es una suerte que pueda ser así porque en muchos colegios ni las familias ni los maestros/as pueden tener esa posibilidad.
La adjudicación de puestos de trabajo en los colegios españoles sigue siendo un problema no bien resuelto. Los criterios suelen ser otros que los que deberían utilizarse para que los proyectos educativos tengan una coherencia, una consistencia y una razón. Lo habitual es que los maestros lleguen a un colegio en septiembre y se encuentren con un proyecto que ignoran, un entorno que desconocen y unos compañeros y familias a los que tendrá que descubrir en muy poco tiempo. Y por si esto no fuera ya un hándicap importante, el curso que viene los maestros/as que se incorporan como interinos lo harán apenas dos días antes de que comiencen las clases.
No hace falta irse a la Sorbona para darse cuenta de que es un despropósito, un error muy grande. Una decisión que tiene como único fin ahorrar un dinero (no sé si mucho o poco) pero que afecta muy negativamente a la “fabricación del producto”. ¿Te imaginas, lector, a una empresa incorporando a sus trabajadores (casi) el mismo que se pone en marcha todo el proceso de producción sin haberles formado ni informado mínimamente? No, ya lo sé. Pues eso nos ocurre a nosotros. Y el error es más grande aún teniendo en cuenta que nuestro trabajo se basa, en un 100%, en las relaciones y sintonías personales y en el conocimiento mutuo que nos permite estar próximos personal y profesionalemnte unos de otros.
Mal comienzo, pues. Eso sí: que nadie dude de que hacemos todos los esfuerzos por minimizar la torpeza de nuestra empresa y sacar adelante nuestros proyectos, pero que conste que no son las mejores condiciones y que no nos lo ponen nada fácil.