Comer y saborear una agradable sobremesa en el Parque Grande con mis amigos y compañeros de Alcorisa después de haber disfrutado de una nueva edición del proyecto educativo Cantania en el auditorio de Zaragoza es un lujo sencillo y francamente recomendable.
Fue un día de encuentros y afectos y en medio de todo, como siempre nos pasa, la conversación sobre educación que nunca nos falta. Y uno de los temas fue sobre algo que nos preocupa y a lo que nosotros, educadores, sí podemos poner remedio: el exceso de currículo que nos atormenta y nos aprisiona.
En más de una ocasión nos hemos escuchado que la escuela tiene que ser más exigente, que eso del esfuerzo se ha olvidado y que hay que pedirles a los chicos y chicas más. Se argumenta que solo así conseguiremos mejores «resultados académicos» y PISA ya no nos pisará ni los talones ni la moral. Sin embargo en la tertulia de ayer todos estábamos de acuerdo justamente en lo contrario: en España, en Aragón, tenemos unos currículos sobredimensionados. Nadie «termina el libro» ni acaba «los temarios», lo que aporta un nivel de agobio y angustia desmesurado. Además comprobamos año tras año cómo marcamos unos contenidos de aprendizaje excesivos que casi nadie alcanza, lo que crea frustración y alienta el desánimo en alumnado y profesorado.
En España es muy habitual ordenar los contenidos cíclicamente para afrontar los mismos temas una y otra vez a lo largo de la Educación Primaria, centrándonos en la revisión y consolidación de lo que se ha trabajado anteriormente. Hay un primer momento en el que se presentan los aspectos básicos más significativos y luego pasamos a desarrollar contenidos más detallados y complejos.
Sin duda con este planteamiento puede ocurrir que nos volvamos innecesariamente repetitivos, con lo que nuestra acción pierde eficacia y valor. El aprendizaje deja de ser significativo y los chicos/as no encuentran motivos suficientes para seguir aprendiendo.
Será, pues, necesario, revisar lo que enseñamos y acordar, por ejemplo, que si un tema ya se ha tratado suficientemente un curso no hay razones para volver sobre él una y otra vez. Podemos distribuirlos manejando nosotros los tiempos y procurando adaptar cada proyecto a lo que los chicos/as pueden afrontar en cada momento.
Y pongo un ejemplo: en 2º de primaria el currículo nos dice que hay que estudiar los materiales, las máquinas y la energía en junio de 2º de primaria, a toda prisa, en plena canícula, solo porque «está en el currículo». Mi propuesta: aprovechar esas semanas para plantear un miniproyecto relacionado con los seres vivos, ya manejado anteriormente, y espero a mayo y junio de 3º para unificar ambos cursos en un momento en que el alumnado está más dispuesto a la investigación y el conocimiento.
Si acordamos que la imaginación y la creatividad son las madres de todos los conocimientos no sería mala idea dedicar las últimas semanas del curso a reflexionar sobre los contenidos del curso siguiente poniendo en marcha una especie de «operación bikini curricular». Escrito sea con el buen humor y el cariño que nos acompañó a lo largo de todo el día de ayer a mis amigos y a mí.
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