Hablemos de educación,  Heraldo Escolar

Un espejo en el cielo (Heraldo Escolar)

  (Publicado en Heraldo Escolar, 10 de febrero de 2021)

Icíar Bolláin le puso alma y piel a Victoria Subirana a través de Leia, una mujer idealista que se va a Nepal con su alegría de vivir y su pasión por la educación por todo equipaje. Lo hizo en “Katmandú, un espejo en el cielo”. Allí vive Sharmila, maestra local y pronto perfecta aliada. Sin embargo la realidad de Nepal no ayuda. Sharmila vive en armonía con Laia pero no comparte la ruptura con la tradición: “Aquí cada uno tiene su lugar y su destino en la vida. Incluso los parias”. Solo el acercamiento entre ambos mundos a través del conocimiento mutuo hará posible rozar su sueño con los dedos del corazón. 

La educación es un proceso construido en sociedad y que tiene un marco histórico y para interpretar su naturaleza debemos conocer el momento con que convive y el proyecto de sociedad en que germina. Así, para entender la escuela de hoy y mañana necesitamos conocer su pasado. 

Podríamos hablar de Historia de la Educación, que no estaría mal, pero hoy escribo sobre esa historia de los centros en ocasiones oculta, a veces no relatada, porque quiero poner en valor el pasado de las comunidades educativas. De este modo se hace más amable el camino al compromiso y al proyecto común.

Los centros que consideran que su pasado es patrimonio de la comunidad facilitan la incorporación de voluntades fértiles. Contar con una crónica del centro o un fondo documental de los hechos más relevantes son iniciativas inclusivas que ensanchan la acogida y propician contar con un mensaje de comunidad con respuestas a algunas preguntas. ¿Quién y cómo eres? ¿Dónde y para quién eres? Y sobre todo: ¿por qué eres?  

Es, en fin, lo que se conoce como “culturas de la escuela”, un enfoque que estimula el interés por la memoria y el patrimonio escolar “con una clara tendencia dirigida a lo ‘micro’ y lo interno” (López Martín), un nutriente de la narración que hace de la escuela un espacio social cosido a una cultura propia. Laia lo entendió cuando se manchó de sociedad.

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