La clase política española está contenta. Ha encontrado un filón en las televisiones autonómicas como argumento que explica todos los males que vivimos y van a por ellas con la misma saña como interés pusieron en su momento por hacer crecer un monstruo que, en algunos casos, se les ha ido de las manos.

A principios de los ochenta nacieron las teles de las comunidades “históricas”, término discutible y nunca discutido, y sobre ellas y a través de ellas se construyó un emporio económico y político de dimensiones extraordinarias. Poco tardaron en sumarse a la iniciativa otras comunidades, que elevaron a la categoría de prioritaria el desarrollo de estas potentes herramientas de información, comunicación y, en algunos casos bien conocidos, adoctrinamiento. Todo ello, por supuesto, acompañado de una dotación económica desmesurada y con un control muy poco fiable por parte de las instituciones responsables de ello. El resultado es un estado de opinión en el que la desconfianza y el rechazo a este modelo audiovisual va tomando forma y se instala en la sociedad cada día con más fuerza.

¿Y la nuestra? La nuestra nació en 2006 y en Mayo de 2012 obtuvo por primera vez y con programación habitual el segundo puesto en el ránking de los canales que integran la Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos (FORTA) con un 10,9 % de cuota de pantalla y únicamente fue superada por la veterana TV3. Este dato demuestra que es un medio de comunicación que ha calado muy hondo en Aragón cuyos ciudadanos valoran la calidad de sus programas y, sobre todo, la capacidad para estar cerca de la realidad de una comunidad que necesita conocerse a sí misma y compartir nuestro día a día. Pero no es todo, pues hay un factor que convierte a Aragón TV en una empresa con posibilidades al tratarse de una de las pocas, si no la única, con superávit en sus cuentas.

Quienes no vivimos en Zaragoza y trabajamos y cuidamos nuestros pueblos, nuestra cultura y nuestro futuro sentimos que cada reportaje que tiene como protagonistas a nuestra gente y nuestros paisajes es como un abrazo tantos siglos esperado y tantas veces negado por quienes nos gobiernan desde las grandes ciudades. Nos hacen mucha falta programas como “Se escribe con Jota”, “Pequeños, pero no invisibles”, “Unidad móvil”, “Oregón Televisión”, “Nos vemos en la Plaza Mayor”, “Tempero”, “Chino Chano”, “Aragón en abierto”, “Sin ir más lejos” o “En el Fondo Norte”, además de los informativos, que en estos años han conseguido ponerse a la cabeza de las preferencias de los ciudadanos aragoneses. Estas propuestas sirven para mejorar el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad y ayudan a sentir que el esfuerzo común es el mejor instrumento para progresar como pueblo y como individuos.

Las televisiones autonómicas y locales, los medios de comunicación locales como este BALCEI que el lector tiene en sus manos, cumplen una función única que de ningún modo son capaces de instrumentar adecuadamente los medios de ámbito nacional, más preocupados de otros menesteres que poco tienen que ver con el día a día de la inmensa mayoría de la ciudadanía. O que cuando tienen que tratar una información en la que tan importante es conocer la idiosincrasia del territorio nos tengan acostumbrados a habituales desenfoques que contaminan el mensaje hasta el punto de desvirtuar la realidad e, incluso, dañar la imagen de los protagonistas.

Si es verdad que hay televisiones autonómicas que han derrochado el dinero público injustificadamente y han producido un daño irreparable momento será de hacer que los responsables rindan cuentas, sin que eso signifique que sean los trabajadores de esos medios quienes paguen los platos rotos. Y si hay un ente que cumple su función y lo hace conforme a los principios que le otorgaron razón y ser, habrá que ser por una vez sensatos y no sólo mantenerla, sino procurar su latido y su futuro.

Juan Antonio Pérez Bello
japbello@gmail.com
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