
Querida escuela:
Imagino que al recibo de esta estarás bien. Yo bien, gracias a todos. No te lo vas a creer pero estamos ya casi a final de mayo. Parece que fue ayer cuando nos despedimos y ya han pasado sesenta y ocho días y no sé cuántos miles de noches.
Es lunes, te digo, y siguiendo con lo que ayer hablábamos te cuento que llevamos ya un montón de tiempo pensando cómo organizar la vida a partir de ahora. Cómo ordenar este mundo que el odioso virus ha puesto «patas arriba».
A mí me ha dado por leer. Leo mucho. Y por escuchar. Escucho mucho. Y siempre a los mejores, a los que saben. Se descubren cosas muy bien hechas que serán útiles si las acomodamos con un poco de talento.
Me lo he pasado muy bien descubriendo centros que llevan tiempo dándole la vuelta a las cosas. Y también he disfrutado confirmando mis sospechas: que si compartimos, hace más provecho. Participación, le llaman.

Sí, ya sé que todo lo que escribo (y que no sé quién leerá) es muy simple. Y de tan sencillo parece de poco valor. Sin embargo, milady, en este hoy tan embarullado, casi nos viene bien. Porque nos toca ordenar los tiempos, repensar los espacios y decidir qué rayos hacemos con los recursos. Y todo es así porque, como escribió Dewey: «El maestro al enseñar no solo educa individuos, sino que contribuye a formar una vida social justa»
En fin, ahí lo dejo, que me voy a abrirle la puerta a la tarde. Hasta la próxima, niña. Cuídate mucho, que tienes ya una edad y no están las cosas para hacer tontadas.
Un beso.
P.S.: La foto es de Jaime Perpinyà, un fotógrafo que aquella mañana atrapó el amanecer de Valėncia.
Gracias