Carta III a la nueva escuela. Malos tiempos por causa vírica.

Querida Escuela: Espero que al recibo de la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a todos.

Lo primero que tengo que decirte es que apenas había escrito la última palabra de la carta II y ya me hallaba inmerso en el torbellino que me procura pensar en ti.

Me siento muy capaz de olvidar los malos ratos si me dices que te alegra que te escriba. Sé que lo entiendes, pues sospecho que a ti te pasa un poco lo mismo, que tu piel también añora la caricia del día a día. ¿Sabes tú todo lo que necesitamos para hacernos a la idea de no verte ni hablarte todavía?

He hecho varios viajes virtuales por las tierras de España y he confirmado que nos parecemos más de lo que en ocasiones queremos reconocer. Y que aunque la exterioridad señale la diferencia somos sumamente semejantes. Eso, querida escuela, nos acerca cuando tenemos que escribir el futuro.

He hablado con mis amigos vascos, catalanes, madrieños, valencianos, manchegos y gallegos y todos ellos, todos, coinciden en lo bueno y bonito (y barato) que sería echarnos en brazos de la creatividad. Precisamente ahora, que vivimos malos tiempos por causa vírica.

Cuando supieron que te escribo una carta de vez en cuando me dijeron que te pida que nos pidas que le demos valor a los valores. ¿Por qué no plantear el verano como un momento y un espacio inclusivo? Yo les dije que sí, porque sé que te parece bien. Como sé que estarás encantada de sumarnos a la senda de la vida en calma. No creas, que ya me acuerdo cuando aquella tarde de primavera nos vimos las caras y me enseñaste que había más mundos que los que yo creía conocer. Y aprendí.

P.S.: La foto («Quarantine») es de Jaime Perpinyà, un fotógrafo que aquella tarde capturó la clausura del tiempo. (www.jaimeperpinya.com)

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