(Publicado en Heraldo Escolar el 15 de diciembre de 2016)
Dedicado a Bárbara y a todas mis compañeras y compañeros que cada día me enseñan que las cosas bien hechas requieren mimo, atención y cuidados.
Si fue Costa quien dijo que las costuras de España nunca estuvieron bien cosidas, hoy podríamos afirmar que la escuela siente el desgarro de sus pespuntes debido a las diversas exigencias a que es sometida. Hace seis años escribí un texto en el que reflejaba cómo casi todas las noticias que publicaban los medios sobre educación trasladaban un mensaje conflictivo y problemático. Hoy, por el contrario, vivimos un momento de saturación mediática, una inflación de informaciones sobre el mundo educativo que presenta a la escuela como la madre de todas las soluciones.
Se ha instalado en la opinión pública la idea de que cualquier problema que aqueja a nuestra sociedad debe tener su explicación y hallar la luz al final del túnel en el ámbito educativo. Cualquier centro medianamente sensible al latido de nuestra sociedad tiene abiertas sobre la mesa de su conciencia escolar una decena de carpetas (proyectos), cada una de ellas por sí sola de suficiente calado como para envolver la vida de todo el centro y precisar de su atención plena si se quiere hacer un buen trabajo.
Si hiciésemos caso a las muy razonables peticiones de todos los que actuamos en la escuela, el alumnado debería disponer de 40 horas lectivas a la semana o más. Los temas son tantos y de tal relevancia que resulta difícil decir “no” a las decenas de propuestas que sitian e invaden los centros, cuando gran parte de la profesión tenemos la impresión de que en los coles e institutos no siempre tenemos ni las herramientas, ni los espacios, ni los tiempos ni la posibilidad de encajarlos en nuestra práctica.
Este traje se deshilacha con frecuencia porque la escuela está demasiado exigida. Podríamos decir que es como un gran grupo de whatsapp de esos en los que no paran de sonar mensajes, muchos de ellos inoportunos, otros tantos vacuos y algunos nocivos que impiden que dispongamos de la pausa y el poso necesarios para terminar lo que hemos empezado. Y la sensación de que la sociedad a la que servimos nos “pisa” con sus demandas aun cuando no siempre le corresponde a la escuela aportar respuestas, pues hay cosas que deberían “venir de serie” y no siempre es así.
Si estamos en tiempo de pactos y acuerdos, aprovechemos la ocasión.
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