Te conozco, áureo viajero, cómplice del rey David,
constructor de mañanitas con sabor a miel y vid.
Tú, lector bajo la luna, corazón de viejos mapas
nos enseñas horizontes que se acuestan junto a Chiapas.
Amaneces, dulce verso, melodías de cacao
y preguntas cuántas bocas son el son de Manu Chao.
Tú nos brindas en bandejas de atlántica manteca
algo más que un mazapán, tu mirada luz azteca.
Es un sueño alzar el vuelo, es un vuelo ser la infancia
que nos habla del amor si es remedio en la distancia.
Y en la orilla de las vidas que te atreves a vivir
cabe el sol, el mar, el viento, el deseo de partir.
A la vez asoma la ola melancólica, atrevida,
rebelde, humana, mujer, filósofa, mestiza, herida
que es frontera del más débil, es el lecho pobre y rico
donde alojas tu esperanza de un mundo color mosaico.
Quédese, amigo, este abrazo.
Llévanos contigo, hombre bueno.