Leo el artículo titulado «Los documentales sobre educación alternativa triunfan en Youtube» y siento que una carga de electricidad positiva sacude mi mente y mi corazón. Un texto que recoge algunos de los documentos audiovisuales más interesantes que sobre educación recorren en la actualidad nuestros caminos. Y no porque con todos me sienta identificado ni porque con ninguno comulgue. Al contrario. Lo que sucede es que cuando los veo siento una confortable sensación de complicidad. Lo resumo en cinco ideas.
1. Todos muestran argumentos para creer en otra forma de estar en el mundo. No porque sean mejores ni porque nos enseñen la verdad absoluta, sino porque en el fondo de su discurso hay un deseo intenso por conocer al ser humano y tratar de comprenderlo.
2. En cada mensaje hay una razón para la reflexión. Una. Por lo menos una. En cada propuesta hay un impulso, leve o intenso, pero impulso al fin que nos llama a la puerta para indicarnos que no hay indicadores que nos señalen dónde está la luz, pero que sí hay motivos para seguir buscando. Que esto no ha hecho más que empezar.
3. Observo y recibo cada fotograma con la curiosidad que me otorgan los años vividos y la ilusión por seguir creyendo. Cada día que pasa tengo más ganas por aprender y creo menos en la certeza. Ni en la que nos escriben los legisladores ni en la que está por escribir. Y solo me quedan las personas.
4. Me duele la oscuridad que nos quieren imponer y la poca luz que nos queda cuando se acaban las calles y el silencio de las aulas se impone sobre el ruido de la dictadura de las prisas.
5. Renuevo mi fe en el trabajo solidario, la apuesta por el esfuerzo común, la generosidad que muestra el compañero cuando se esfuerza por ponerse en manos del otro.
Esto es lo que escribo hoy. Mañana volveré a la escuela y un día más haré profesión de fe en el futuro.